domingo, 22 de abril de 2012

serie de sueños


Si todo sale bien, esta semana llegarán a Buenos Aires un par de visitas internacionales. La más importante, para mí, se debe a razones estrictamente personales que no viene al caso confesar aquí. La segunda en relevancia -esta sí de público conocimiento- tiene como protagonista a Bob Dylan, que llega para una serie de shows en el teatro Gran Rex. El último número de la revista Ñ ofrece tres miradas sobre el asunto, a cargo del gran Jorge Fondebrider, de Ángel Faretta y del que suscribe. Hasta Charly García se permite algunas reflexiones sobre el asunto en la edición de hoy del Radar de Página/12. Y, ya que estamos, nunca está de más releer las líneas con las que el dylanita y self-ordained professor Rodrigo Fresán anticipó la anterior visita de Dylan en 2008. Todo lo cual ofrece un pretexto ideal para cumplir la reciente promesa de elaborar un ranking caprichoso en estudio de noche. Así que aquí está: el top 5 de los mejores momentos musicales que viví en un show de Dylan. Más caprichoso que eso, no se puede.

Desde ya, la autorreferencialidad se justifica por el medio: un blog, se sabe, da para esto y cosas peores. Pero hay, además del capricho personal, una justificación menos solipsista. Y es que los shows de Dylan son tan diferentes unos de otros, incluso aquellos separados por apenas 24 horas, que un ejercicio como este adquiere un nuevo sentido. Es decir, no se trata simplemente de elaborar un catálogo personal de momentos intransferibles e irrepetibles. Se trata, en realidad, de demostrar, a través de un ejercicio aparentemente intrascendente, que la música en general -y la de Dylan muy particularmente- tiene esa cuota de azar y sorpresa que justifican que, en mi caso, apenas dos días después de escuchar un show en Buenos Aires, me suba a un micro para otro show en Rosario. O que, después de una presentación en Alemania, subamos a un tren para escucharlo de nuevo, una semana más tarde, en Italia. La ansiedad del adicto puede convivir con la promesa de un regalo irrepetible.

Acá va, entonces, la lista de regalos.

bonus track
"Things have changed" (Hannover y Milán, 2011): fuera de la lista oficial únicamente porque el crédito es compartido entre Dylan y Mark Knopfler, invitado de lujo en el tramo europeo de la gira del año pasado. Versión aceleradísima de una canción que, con el paso del tiempo, cambió varias veces su fisonomía. Fue originalmente escrita para la película Wonder Boys, pero yo la veo más para un personaje como Jason Bourne: por fuera parece frío, pero dentro se acumulan rayos y truenos. La guitarra de Knopfler desató la tormenta.

#5
"Rainy Day Women # 12 & 35" (Rosario, 2008): si tuviera que decir cuál fue, musicalmente, el mejor de los shows de Dylan a los que asistí, gana Rosario. Entre otras cosas por la excéntrica elección de temas, pero fundamentalmente por la combinación perfecta de momentos oscuros e intensos con pasos de comedia muchas veces delirante. Como ejemplo de esto último podría citarse el inicio del show con "Cat's In The Well", pero me quedo con el primer bis de la noche, en el que Dylan terminó bailando y haciendo una especie de rapeo/scat sobre el estribillo "Everybody must get stoned!"

#4
"Not Dark Yet" (Hannover, 2011): Dylan se adelanta y ocupa el frente del escenario, parado casi en el borde, como si flotara sobre el mar de cabezas. Con la armónica en una mano y el micrófono en la otra, ante una multitud súbitamente silenciosa, como en trance, la imagen es la de un ritual pagano. La niebla fuera del estadio, los graznidos de los cuervos, la arquitectura gótica del norte de Alemania y, sobre todo, el particular clima que siempre conjura esa canción contribuyen a crear una atmósfera fuera del tiempo.

#3
"Tangled Up In Blue" / "Simple Twist Of Fate" (Milán, 2011): por separado, cada una esas dos canciones podría ser el punto alto de cualquier show. Son, sin más, dos de los puntos altos de todo el corpus dylanianum, el comienzo perfecto para ese disco perfecto que es Blood on the tracks. Y si aparecen las dos en una misma noche, una reescrita con un dejo de ironía, la otra en su versión más melancólica, estamos ante un simple regalo del destino.

#2
"This Wheel's On Fire" (Rosario, 2008): una verdadera sorpresa, la aparición inesperada de la joya de los Basement Tapes en el corazón del show rosarino. Un solo de armónica como un navajazo. Inolvidable.

#1
"Just Like A Woman" (Buenos Aires, 2008): dada la archiconocida predilección de Dylan por metamorfosear constantemente sus canciones año a año, es prácticamente imposible encontrar un recital en el que el público coree algún estribillo. Las únicas excepciones, que yo sepa, son el "How does it feel?" de "Like A Rolling Stone" y el mantra "Just like a woman". Aquella noche, en la cancha de Vélez, se produjo un momento mágico: dos solos de armónica que flotaban sobre la que sin duda fue, después de The Band, la mejor banda que acompañó a Dylan. Y todo el estadio coreando esas cuatro palabras en las que sólo Dylan sabe quién se esconde.

Más regalos, a partir del jueves.

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